La postura corporal puede cambiar la química del cerebro debido a la interacción entre el cuerpo y el cerebro, un fenómeno que involucra tanto señales fisiológicas como psicológicas. Aquí te explico cómo ocurre este proceso:
1. Señales fisiológicas que afectan al cerebro:
Nuestro cuerpo y cerebro están interconectados a través del sistema nervioso. La postura corporal envía señales al cerebro sobre cómo nos sentimos.
Por ejemplo, cuando adoptamos una postura abierta y erguida, el cerebro interpreta estas señales como una indicación de que estamos en una posición segura, confiada y relajada.
Como resultado, se activan áreas cerebrales relacionadas con el bienestar y la reducción del estrés, mientras que el cerebro puede liberar neurotransmisores como la dopamina (asociada con el placer y la motivación) o la serotonina (relacionada con el estado de ánimo positivo).
2. Impacto sobre las hormonas:
Las investigaciones, especialmente en el campo de la psicología de la postura, sugieren que las posturas pueden afectar los niveles hormonales.
Por ejemplo, adoptar una postura expansiva y de poder (como pararse erguido con los hombros hacia atrás) ha mostrado aumentar los niveles de testosterona (hormona asociada con la confianza y el dominio) y disminuir los niveles de cortisol (la hormona del estrés). Esto puede generar un sentido de control y reducir la ansiedad.
3. Relación con el sistema nervioso autónomo:
El sistema nervioso autónomo regula funciones involuntarias del cuerpo, como la frecuencia cardíaca, la respiración y la digestión. Las posturas corporales pueden influir en este sistema.
Por ejemplo, cuando estamos en una postura tensa o encorvada, el sistema nervioso simpático (responsable de la respuesta de "lucha o huida") tiende a activarse, lo que puede aumentar los niveles de ansiedad o estrés.
En cambio, una postura relajada activa el sistema nervioso parasimpático (responsable de la relajación y la recuperación), lo que reduce el estrés y favorece un estado más calmado.
4. Conexión mente-cuerpo:
Cuando cambiamos nuestra postura, no solo estamos ajustando nuestra postura física, sino también nuestra mentalidad. Las posturas corporales pueden influir en la percepción de uno mismo y en cómo interactuamos con el entorno.
Esto puede activar redes neuronales específicas que afectan cómo percibimos las situaciones, cómo nos enfrentamos a los retos y cómo regulamos nuestras emociones. Las posturas cerradas y defensivas pueden hacer que el cerebro perciba una amenaza, lo que activa áreas asociadas con el estrés o la ansiedad.
Por el contrario, las posturas abiertas y relajadas pueden activar áreas asociadas con la seguridad y el control, mejorando nuestra química cerebral hacia un estado más positivo y resiliente.
5. Biofeedback:
Este proceso es un ciclo continuo en el que el cuerpo y el cerebro se afectan mutuamente. Si adoptamos una postura que favorece la relajación, nuestro cerebro percibe esto como una señal de bienestar, lo que mejora nuestra química cerebral (reducir cortisol, aumentar serotonina), y a su vez, el cerebro puede enviar señales al cuerpo para que continúe en esa postura relajada. Es un círculo virtuoso que puede mejorar nuestra sensación general de bienestar.
La postura no sólo refleja cómo nos sentimos, sino que también tiene el poder de influir en cómo nos sentimos.
Al cambiar nuestra postura, podemos activar diferentes procesos cerebrales y hormonales que impactan nuestra química cerebral, ayudando a mejorar nuestro estado emocional, cognitivo y físico.
¿Has notado cómo tu postura puede cambiar tu estado de ánimo o energía a lo largo del día?
Te abrazo fuerte.
Caro.
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